miércoles, 11 de marzo de 2009

Bonifacio, la magia del sur de Córcega






¡Que difícil es empezar a escribir!. Enfrentarse a la pantalla en blanco del ordenador, con un montón de ideas, relativamente ordenadas en la cabeza, es una tarea complicada, larga y a su vez, realmente satisfactoria, evidentemente, cuando uno ha conseguido acabar el escrito de marras. Poco a poco, comienzan a aparecer en la pantalla del ordenador, grupos de letras ordenadas, empezando a volar los dedos sobre el teclado e iniciando a disfrutar de la maravillosa experiencia de escribir, pues la escritura, no es nada más que la exteriorización de mis sensaciones; en este caso viajeras, siendo un modo de evocar o rememorar, momentos vividos con una intensidad especial, y que uno guarda en la memoria con cariño y pasión viajeras.

Al viajar, uno va almacenando en la memoria muchas impresiones, no percibidas en su momento por nuestros sentidos, pero que con el paso del tiempo, van a ir aflorando, dando como resultado, una visión mucho más sosegada y equilibrada de la experiencia viajera. Utilizando un símil, un tanto alcohólico, lo visto a primera vista en un viaje, es un vino joven, que bien almacenando, mimado y tratado en la bodega; dígase el cerebro, va a conseguir estimular partes de nuestros sentidos de una forma diferente. El paso del tiempo consigue que los vinos alcancen madurez y expresividad, siendo los recuerdos viajeros, puras gotas de esencia, dignas de paladearse como un buen vino, con tranquilidad.

Y como me enrollado con los vinos un montón, pasaré a hablar de una tierra que aporta a sus vinos una pasión y personalidad realmente peculiar, como lo son sus gentes y sus paisajes; Córcega y más concretamente, el principal núcleo habitado de su costa sur; Bonifacio.

Un paso previo antes de intentar describir lo visto y sentido por ese lugar, me parece conveniente “colocarlo” en un mapa, para así, evitar los malentendidos provocados por una educación, por lo menos en mi caso, bastante deficiente, en algo tan básico como es la geografía. Para los que sepan ubicar este hermoso lugar, el párrafo siguiente es de intrascendente lectura.

Bonifácio ocupa la parte más meridional de la isla francesa de Córcega; es decir, lindando con el extremo norte de la isla italiana de Cerdeña, existiendo entre las mismas, un estrecho o canal navegable, denominado; “Estrecho de Bonifacio”, el cual tiene una anchura de unos 12 kilómetros; o lo que es lo mismo, pero más bonito, unas 7 millas náuticas. Durante los periodos estivales, su puerto sirve de salida/entrada de buques ferries que unen las dos islas, siendo su equivalente en Cerdeña, Santa Teresa de Gallura. La latitud en la que se encuentra es poco más o menos la de Barcelona, puerto distante por su oeste unas 320 millas al rumbo de aguja de 272º. El clima, es evidentemente mediterráneo, pero las particularidades propias de la insularidad y de las altas cimas que coronan la isla; mayor pluviometría, lo que implica un clima más benigno, por lo menos, para los que estamos acostumbrados a temperaturas moderadas. Si es curioso, geológicamente hablando, la particularidad que representa la naturaleza caliza de sus suelos, en contraposición al granito del resto de la isla, algo no sólo curioso en términos de diferencia de materiales y que le da a la zona unas características “muy peculiares”.

Al ocupar un enclave “medio” dentro del Mediterráneo Occidental, este pequeño puerto, ha sido lugar codiciado por todas las potencias marítimas de la zona, durante su azarosa e intensa historia, pues no en vano, dominar el estrecho de su nombre, significaba controlar el comercio entre los reinos de la península Ibérica e Italia, al ser esa la ruta mas corta entre ambas. Pero, yo no soy historiador y ya escribo demasiadas “burradas” en estos temas; así que, dejaré el asunto so pena de confundir más todavía al sufrido lector.

Para describir Bonifacio, el recurso a los típicos tópicos de las guías viajeras, siempre amigas de adjetivos grandilocuentes, es bastante apropiado, aunque vaya a sonar a falso o poco certero. Me limitaré a calificarlo como una verdadera “pasada”, obviando esos calificativos tan comunes. Hay por la red, cientos de fotos de la zona, cuyo visionado, puede ayudar al lector a aplicar las palabras apropiadas para el lugar. Hecha ya esta “matización”, pasaré a mi narración, no sin antes hacer otro inciso en la reseña, el cual a su vez, si puede ser muy clarificador; “Los turistas de la zona, no son precisamente pobres”; triste es de decir, pero fácil de comprender.

Como el emplazamiento geográfico es algo dificultoso de explicar con “mis” palabras, voy a pedir ayuda al lector. Va a ser muy sencillo. Simplemente, tenemos que poner nuestra mano derecha delante de nuestros ojos, en posición paralela a los mismos. El dedo pulgar, va a ser el promontorio rocoso donde se asienta la puebla vieja de esta villa y el índice la otra parte de la costa; el espacio entre ambos dedos, la lengua de agua que es su puerto y la poca rectitud de nuestros dedos, la sinuosidad de esa costa. Nuestros dedos, tienen altura, como elevación tienen los cantiles de la zona, siendo su proporción bastante aproximada a las de nuestra mano. Baste la dimensión del dedo pulgar, o lo que es lo mismo en mi ejemplo, la zona vieja; 1450 metros, para mesurar a grosso modo el lugar. Por la parte sur; es decir la que da a mar abierto, los lugareños han edificado sus casas casi al pie de la costa acantilada, algo que da una sensación un tanto extraña, pero sin lugar a dudas, muy pintoresca. Las murallas de la ciudadela fortificada, empiezan “a mitad de dedo”, siendo sustituidas esas casas por los más sobrios edificios militares. En la punta y como curiosidad, el cementerio, también digno de visita por su tipismo y peculiaridad.

Por supuesto, el espacio más significativo de la zona es su puerto, el cual, metafóricamente hablando, comienza en el medio del dedo pulgar. Aprovecha pequeñas explanadas sitas bajo los paños de la muralla, para emplazar sus muelles comerciales, embarcaderos sumamente concurridos en épocas turísticas, tanto por los ferries que cruzan a la cercana Cerdeña, como por pequeños cruceros de lujo que eligen este destino, como una de sus escalas. ¡Ojo!, pero al viajero o turista de esos barcos, le tocará subir y bajar unas empinadas cuestas antes de salir del recinto portuario. La parte final de esa especie de “fondo de saco”, formado por la mar entrante, es ocupada por una marina deportiva y claro, como no podía ser menos, los yates en ella amarrados, simplemente , impresionantes. He de matizar algo muy llamativo en Córcega; la ausencia de complejos hoteleros, lo cual implica la exclusividad de los propietarios de estos barcos de lujo, obviamente, moradores de villas de semejante categoría a la de los barcos, pero de muy poca ostentación, por lo muy escondidas que están. Amplia fortuna tienen ellos de disfrutar tan ...... lugar, y yo, de haberlo visto; eso si, en temporada “extra baja”.

Antes había hecho mención a la naturaleza calcárea del terreno y a su importancia. Ahora toca explicar la razón de la misma. La roca caliza, sufre mucho más los efectos de la erosión marina y pluvial, dando lugar, tanto a los acantilados verticales anteriormente descritos, como a calas, grutas y playas, tan recónditas como bellas, de muy complicado acceso por tierra, pero sencillo por la mar. Estas dificultades, son las que proporcionan tranquilidad e intimida a esos privilegiados, exclusividad sólo rota por el rugir de los motores de sus barcos, los cuales con sus olas perturban la calma de esas aguas. Así mismo, y esto lo sé por lecturas, la geología caliza, ha creado en los fondos marinos, verdaderos paraísos para los buceadores, gozando esta zona de una protección legal medio-ambiental extrema.

En fin, un de lugar merecida visita, tanto por sus posibilidades de ocio en contacto con la naturaleza, sin los inconvenientes del turismo de masas, pero, con las dificultades que la carencia de “posibles económicos” evidencia más si cabe.

Gaztelupe

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