jueves, 25 de diciembre de 2008

ROSCOFF, EL MÁS SEPTENTRIONAL DE LOS PUERTOS FRANCESES





A uno, indudablemente le gusta aporrear el teclado del ordenador, juntando letras, que a su vez forman palabras, frases, y en algunas escasas ocasiones, textos legibles. Es una forma de divertirse como otra cualquiera, pero que cada día me está reportando mayores satisfacciones, no, porque lo que haya escrito tenga ningún valor, si no por la cantidad de conocimientos adquiridos a la hora de preparar uno de estos escritos, siendo eso, algo realmente importante, sobre todo cuando el escritor, perdón, “junta letras”, como soy yo, está ávido de conocer, o lo que es lo mismo, soy tremendamente curioso, disfrutando enormemente cuando descubro los otros muchos matices, que en mis visitas a los lugares sobre los que posteriormente escribo, han pasado desapercibidos a mi mirada. Internet es una joya cultural, por lo menos para mi, de inestimable valor.

Como ya he llenado un párrafo no contando algo interesante y por supuesto, nada en consonancia con el tenor o título del escrito, voy a dejarme de más preámbulos y a empezar.

Mi conocimiento sobre este enclave del Finisterre Francés, viene derivado de ser el puerto de embarque para ir a Rosslare en Irlanda ó Plymouth en Inglaterra. Al utilizar ese puerto en diferentes ocasiones, conocí el lugar, evidentemente como un medio y no como un fin, o lo que es lo mismo, vamos, que no se me abría ocurrido “caer” por esos lares, ni de casualidad de no haber sido origen de algunas de mis travesías en ferry. Pero, la Diosa Fortuna, remisa y de costosa aparición, quiso que tuviese el suficiente tiempo, como para disfrutar de una parte de Francia, realmente hermosa y quizás, un poco menos masificada que otras zonas.

Roscoff está situada en la punta noroeste de Francia, no exactamente en la misma punta, pero, casi, casi. En longitud, está prácticamente en el mismo meridiano que el que, imaginariamente pasaría por la localidad asturiana de Llanes. Hay unos pocos segundos de diferencia, algo muy poco importante a no ser que uno quiera ser geógrafo profesional. Esta descripción “técnica”, quizás poco comprensible para algunas personas, significa algo tan sencillo, como situarnos en la costa de Llanes, lugar muy recomendable y ponernos a navegar durante 600 millas al rumbo 0º, o lo que es lo mismo, “norte clavado”, y después de atravesar una mínima parte terrestre de la Bretaña, llegar a ese lugar, lo cual nos da una pequeña idea de la magnitud del Golfo de Vizcaya. Explorar esta tierra Bretona ha sido y espero que siga siendo, un motivo más que suficiente para meterme la kilometrada que representa llegar hasta allí, no sólo, porque sigo teniendo la intención de seguir embarcando en su puerto, si no por ser una tierra, peculiar, agreste y muy bella.

Para llegar hasta este pueblo, porque aunque sea lugar de atraque de grandes buques tipo ferry, no deja de ser un pequeño villorrio, voy a partir de una ciudad francesa perfectamente comunicada con la península Ibérica, tal es Nantes, casi en la desembocadura del río Loira. Desde allí, parten dos autopistas que nos van a acercar hasta nuestro destino. Una, la vía más rápida, es la E-03 ó N-137, la cual nos lleva hasta Rennes, tomando allí la E-50 (N-12), con desviación en Morlaix a la D-58 hacia Saint Pol de Leon y luego seguir hasta nuestro destino. La otra ruta, para mi, mucho más interesante por su intrínseca relación con la mar, comenzando como la anterior en Nantes, es la que nos va a llevar a Brest por la E-60 (N-165), bordeando Saint Nazaire, cuna de grandes barcos de pasaje, pasando por Vannes, Lorient y Quimper, ciudades marítimas con un concentrado de gusto bretón muy singular y atravesando parajes, muy, pero que muy recomendables. Brest, es la capital departamental, base naval y lugar de partida de la autopista E-50 (N-12), la cual seguiremos hasta Landvisau, y desde allí, por D69, hasta Roscoff. Sea cual fuere la carretera elegida, y a pesar de lo largo del camino a recorrer, este no va a ser para nada desagradable, invitándonos a una exploración más concienzuda, algo que no es el momento de narrar.

Roscoff ocupa el extremo norte de la bahía de Morlaix, teniendo en su frente la Isla de Batz, de considerable tamaño, habitada y que sirve de rompeolas natural a las mares y temporales entrantes desde el Atlántico, razón por la cual, este enclave ha tenido desde siempre, una importancia geo-estratégica relevante, siendo cuna y lugar de operaciones habituales para los corsarios franceses y británicos, algo que el magnífico novelista de temas náuticos, Alexander Kent, pseudónimo utilizado por Douglas Reeman, supo reflejar con maestría, en la serie de libros cuyo principal protagonista es Richard Bolitho, desde su ingreso como cadete en la Armada Inglesa, hasta su último libro con el grado de almirante. Lastimosamente, sólo refleja el heroísmo de una parte, pero no dejan de ser unos libros “de gorrazo”, dignos de una lectura ávida.

Como siempre, ya me he salido del tema de este escrito; así que vuelvo a retomarlo: Roscoff. Este pueblo, de magníficas casas señoriales, símbolo de la prosperidad otorgada por la mar a sus habitantes relacionados con la misma, aparte de estar ubicado en un enclave de gran belleza, pues la carrera o diferencia de cota que alcanza la mar entre la pleamar y la bajamar, más de 10 metros, implica unos espacios inter-mareales en cambio constantemente, pasando de muelles casi tapados por las aguas, a estar casi en seco, por no decir en seco total. Esta es la razón por la que un mismo pueblo, coexistan dos puertos; uno, el antiguo, típico pesquero pero hoy conquistado por los barcos de recreo, aunque manteniendo parte de su actividad laboral, con otro de aguas profundas; “Port de Bloscon”, lugar de atraque de los ferries y formado por el típico espigón al que amarran esos buques.

Sin embargo, el “Port de Bloscon”, tiene una historia bastante curiosa. Para empezar, su constitución data del año 1972, estando gestionado por la Cámara de Comercio de Morlaix, siendo su razón de ser, la necesidad que tenían los agricultores bretones, de poder establecer una salida a sus producciones agrícolas hacia el Reino Unido, originariamente alcachofas, aunque luego ya ha sido de todo, de forma rápida, creándose a la par Brittany Ferries, empresa naviera hoy lider en el Canal de la Mancha y propiedad de la unión de cooperativas agrícolas de la zona; vamos, todo una paradoja, pues no es nada normal ver agricultores metidos a navieros. Hoy, este puerto ha consolidado sus tráficos originarios, con otros nuevos, siendo puerto de recalada habitual para las navieras “Brittany Ferries”; la cual tiene su base y oficinas centrales en la localidad e “Irish Ferries” en el mundo de la carga y el pasaje, no descuidando para nada otros tráficos rodados (Ro-Ro), pero únicamente de carga. Paralelamente a este desarrollo, ha florecido un comercio de vino y licores, sumamente próspero en la zona, ya que, viajeros provenientes de Irlanda e Inglaterra, recalan en este puerto para cargar sus vehículos, con toda suerte de vinos, de elevado precio en sus países de origen, pero mucho más asequibles en Francia.

Pero Roscoff, no es sólo un pueblo perdido en el finisterre francés, conocido únicamente por viajeros en transito, turistas muy definidos en su destino, ricachones habitantes de las antiguas y nuevas mansiones. No, Roscoff, está en el mapa de los eruditos científicos, pues en este pueblo, está ubicada la estación biológica de Roscoff (SBR), un centro de investigación y enseñanza en biología marina y oceanografía, situada en esta enclave de costa septentrional de la Bretaña, formando parte de la Universidad Pierre-et-Marie-Curie, dependiendo a su vez de el Institut national des sciences de l'univers (INSU) y del Centre national de la recherche scientifique (CNSR), lo cual a la postre, hace que este pequeño pueblo, sea un referente internacional en el estudio de estos temas marinos, no siendo la ubicación de este centro, un mero capricho, si no como consecuencia, de la riqueza biológica que albergan las aguas que bañan la zona, algo que mi ignorancia supina obvió en las varias visitas por estos lares. También, es conocida por haber en sus proximidades un jardín botánico muy importante, perdón, importante para los amantes de las plantas y ya, como última curiosidad de este relato, que no de la realidad de este paraje, por ser una “denominación de origen” controlada, en cebollas, algo que en mi vida había oído, pero que los franceses, en su habitual “habilidad comercial”, han instituido, fomentado y lo que es mucho más importante para los productores, con notable éxito comercial y por tanto, con una generación de riqueza añadida.

En fin, uno viajó hasta allí por primera vez para coger un ferry y en vez de encontrase un vulgar puerto, descubrió un entorno cuidado, bello y digno de ser visitado con calma.

Gaztelupe

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