domingo, 2 de noviembre de 2008

Dun Laughaire, la "riviera" sur de Dublin





Todos tenemos lugares, que sin una razón concreta guardamos en nuestras retinas. Son sitios que por una razón u otra han entrado en esa parte de nuestro “ser sensible”, o lo mal llamado corazón, supongo que por la similitud etimológica con “coraza”; es decir, ese envoltorio reforzado y defensivo de nuestra mente racional. Estos emplazamientos, de una manera u otra han llegado a esa parte sensiblera e ilógica de cada uno, formando parte de esas ilusiones acompañantes de nuestras vidas.

Dentro de esa sensiblera clasificación, puedo y debo incluir a Dun Loughaire, pequeña ciudad al sur del núcleo urbano de Dublín, república de Irlanda, y con la cual se funde casi formando un todo unitario. Sea como sea, es un entorno, para mi, privilegiado y evocador al cual procuro viajar con toda la asiduidad que me es posible. ¿Por qué?. No sé si seré capaz de argumentarlo, evidentemente porque al pertenecer al mundo de lo sensible, está en ese punto mental rallante entre lo racional y lo que no es tanto, pero que me apetece compartir. Y eso, con la ayuda de la “Diosa Fortuna” y de todos sus acólitos, las musas de las letras, me dispongo a hacer.

Aunque antes haya dado unas pinceladas bastas referentes a su localización geográfica, creo necesario, en aras de una correcta técnica narrativa geográfica, situarla de forma más concreta en el mapa.

Dun Laoghaire-Rathdown, es el condado más pequeño de esa maravillosa isla irlandesa, situándose al sureste de la capital Dublín, a unos 12 kilómetros aproximadamente de distancia, dependiendo de una forma funcional un tanto extraña de esa capital, pero formando desde 1944 un condado independiente. Su nombre proviene del vocablo gaélico “Dun”, puerto; es decir el Puerto de Laoghaire, rey principal de esa isla antes de la conquista por parte de los vikingos, allá por el siglo V de nuestra era y que vivió en esa zona.
Ya acercándome un poco a las épocas actuales, esta hermosa ciudad nació hacia el año 1817, por la necesidad de dotar a la zona de Dublín de un puerto apto para los barcos regulares de pasaje y carga, sin estar sometido a las fuertes mareas del estuario del río Liffey, a cuyas orillas se yergue esa ciudad. Fue esta pequeña villa pesquera el emplazamiento elegido para construir dos grandes diques, que en forma de U invertida forman este puerto de aguas profundas y bocana orientada al NNE (nornoreste, o lo que es lo mismo a 45º de aguja). Estas construcciones, en ingles “piers”, miden 1.300 metros el del este y 1.500 el del oeste, aunque ciertamente, bien se pueden denominar sur y norte. Sea como sea su denominación, esta lámina de aguas tranquilas ha sido desde aquellas épocas, lugar de arribo de los buques que han unido Irlanda con el Reino Unido, conexiones que debido al incremento, casi exponencial, en las dimensiones de los buques destinados a este tráfico y a la construcción de un puerto adecuado en Dublín, han arrinconado a este puerto a un lugar muy secundario en el mundo comercial, quedando relegado únicamente a una conexión diaria con Hollyhead (UK), mediante el gigantesco catamarán rápido HSS Explorer de la naviera escandinava “Stena”, aunque hasta hace unos días, realizaba dos rotaciones diarias; cosas de la crisis, habiéndose construido una hermosa y hasta faraónica estación para su servicio.

Este cambio de usos en el muelle ha permitido liberar grandes espacios y servidumbres, convirtiendo este puerto en el mayor del ámbito deportivo de Irlanda, con cuatro clubs en sus riberas, con sus respectivas marinas, siendo un punto de referencia en la vela deportiva Europea. Así mismo y siguiendo la hermosa tradición británica, el cuerpo voluntario de salvamento de náufragos, “The Royal National Lifeboat Institution (RNLI)”, tiene una base de operaciones en esa rada. Otro de los usuarios “históricos” del puerto es “Commissioners of Irish Lights”, o lo que traducido al castellano, viene ser como el “Servicio Irlandés de Faros”, institución que ha inagurado recientemente un edificio oficinas y servicios “llamativo”. Por supuesto, todavía quedan algunos barcos pesqueros tradicionales, los cuales, creo que han de sentirse un poco incomodos entre tanta opulencia náutica en forma de yates, de todos los gustos y costes.

Ya se me olvidaba algo importante en el desarrollo de esta ciudad; el ferrocarril, línea que si bien forma actualmente parte del ramal de la red sur irlandesa, tuvo su origen en proveer un medio de transporte rápido a los usuarios de la terminal marítima y al correo. Hoy está prestado por los DART, servicio de Irishrail en la bahía de Dublín y que en contra de lo que puede parecer por su nombre, es más lento que el caballo del malo. La estación está ubicada entre el puerto y el núcleo urbano, siendo la misma del tipo soterrada, llamativa por fuera y algo cutre por dentro.

Dun Loughaire y sin querer ser clasista, es una ciudad “pija”, cara y maravillosa para vivir, privilegio reservado a personas de holgada economía y a estudiantes extranjeros, tanto de aprendices de vividores perfeccionando su ingles, como de sus prestigiosos colegios universitarios. También, hay bastantes empresas europeas que han establecido sus “cuarteles generales” en la zona por motivos de índole fiscal y que con la coyuntura económica adversa que atravesamos, están levantando el campamento con la misma facilidad con lo que los crearon. Los precios inmobiliarios, son simplemente imposibles de soportar y el coste de la mano de obra es ahora mucho más económico en otros lugares. Son los ciclos de la vida, que una vez te ponen en la cresta de la ola y momentos después, en el valle o fondo de la misma.

El frente marítimo de ese entorno, comenzando por la zona norte, o lo que es lo mismo, la proveniente de Dublin por Merrion Road y luego bajando a la misma ribera de la bahía, es un paseo singularmente bello, donde cormoranes y gaviotas acompañan a osados bañistas en sus “aventuras natatorias” en el frío Mar de Irlanda.

Siguiendo ese magnífico paseo llegamos a la zona del puerto y por tanto del comienzo del espigón oeste (norte para mi). Es un bello paseo hasta la farola verde o de estribor de la punta del mismo, pero con un firme o suelo más que incómodo para caminar, algo que puede parecer “extraño”, pero que obedece a un racionamiento bastante simple; son las zonas donde se sitúan pantalanes de atraque de yates, y no hay mejor medida para preservar la intimidad que mantener la incomodidad en el paseo. El final del mismo, donde se alza el fanal verde, es una maravilla, con un suelo de piedra de granito formando círculos en torno al pequeño faro.

El centro de esa “U” invertida que he comentado forman sus espigones, esta ocupado por los escasos tinglados de los pescadores, edificios del servicio de faros, la estación marítima, los clubs de regatas, la antigua estación marítima en desuso y la base de salvamento. A partir de aquí, arranca el “Pier” del este. Lo primero a nuestra vista es una pequeña batería de cañones, de nombre “Batería de Kingstown”, una rareza en ese país por ser una de las dos únicas en el mismo y que tiene bastante poco interés a mi escaso juicio. En fin, cada loco con su tema. El espigón es todo un gozo para el paseo y el ocio, por estar perfectamente adecuado para esos menesteres. Hay dos niveles: uno a nivel muelle con un templete donde los músicos tocan melodías los domingos a la mañana y otro superior, lindante con la escollera de protección e interrumpido por el lógico y habitual monumento a los muertos en la mar y por un edificio que alberga una estación meteorológica, la cual, conectada vía la web del puerto, nos facilita en tiempo real, una serie de datos importantes para los navegantes. La luz roja de la punta, está sobre un pequeño edificio-faro, siendo, como una curiosidad, la intensidad luminosa de la misma muy superior a la verde del otro lado de la bocana. Por supuesto, el paseo es todo un escaparate de personas en atuendo deportivo de marca, pero todo hay que decirlo, caminando a muy buen paso.

Por supuesto, en todo el casco urbano de la ciudad y en su puerto con mucha mayor “intensidad” monetaria, el aparcamiento de vehículos está ampliamente cobrado, todos los días del año. Es obvio, la tendencia general de las ciudades para intentar reducir el masivo tráfico, va encaminada por vía coercitiva monetaria.

Pero ya me he vuelto a marchar del tema descriptivo de la zona. Si seguimos hacia el sur desde el último dique comentado, llegamos a la bahía “Scotman´s. Al principio de ella se levanta una estación balnearia caída en el abandono. Siguiendo la vera de la mar por la “Marine Parade”, llegamos a otra calle de nombre “Sandycole”. Al final de la misma, la punta o pequeño promontorio que cierra esa bahía, dominada por una torre de defensa, ahora adaptada al uso museístico, albergando la fundación “James Joyce”, famoso escritor irlandés. Las zonas donde la mar baña el pequeño cabo, duros y valientes irlandeses, no precisamente muy jóvenes, persisten en la idea de bañarse en la mar, sea la estación que sea. ¡Ojo!, lo meritorio es realmente cambiarse a la intemperie, sin un mal vestuario, algo que nos puede dar una idea de la forma de ser de esas gentes.

Mi recorrido termina unos cientos de metros más hacia el sur. Es donde el hombre, aprovechando un poco la morfología costera ha construido un pequeño puertecito, de nombre “Bullock Harbour”. En este pequeño, pero muy bello paraje, tuve la suerte de contemplar un espectáculo natural digno de ser relatado. En el interior del pequeño puerto, de aguas algo sucias, todo hay que decir, nadaba un ejemplar bastante adulto de foca, con expresión y triste como sólo esos animales son capaces de transmitir, aunque luego sea una mentira. Me embargo cierta pena, pena que pasó a ser alegría al contemplar congéneres suyos nadando entre las rocas del exterior del pequeño dique. “No está solo, ¡qué alegría!”. De pronto, el bello ejemplar sale nadando por fuera del pequeño muelle y se “pica” hacia el fondo. Al cabo de unos momentos, el animalito de marras gana la superficie con un hermoso rodaballo entre sus aletas delanteras, al cual daba cuenta a mordiscos de una forma muy educada. Y yo, como un idiota, mirando con envidia ese magnífico pez, digno de mi paladar, pero, la foca demostró lo muy lista que era. Es una tontería, pero realmente colaboró a elaborar un magnifico recuerdo de la zona.

No quiero seguir aburriendo a los sufridos lectores, pero me gustaría haber transmitido esa paz y tranquilidad de la zona, quizás equivocado en mis apreciaciones, pues es una obviedad como un templo, que el factor condicionante en gran medida de esta forma de vivir, es el nivel económico de sus habitantes, personas que no van precisamente descalzas por la vida. Afortunados ellos que pueden disfrutar de ese entorno tan privilegiado.

Gaztelupe

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