CABO FORMENTOR
Pese a lo mucho escrito sobre este enclave, privilegio de la naturaleza y sabiamente descrita hasta la extenuación por infinidad de excelsas plumas, uno, simple aporreador de teclados informáticos, no puede dejar pasar la oportunidad de intentar plasmar en estas simples lineas, algo tan magnífico como es ese paraje natural, verdadera bendición sensitiva y desde luego lugar de peregrinaje casi obligado para todo “viajero” que recale por la isla de Mallorca, que no “viajante”.
Para mi fortuna, en las varias ocasiones que he estado por esta isla mediterránea, no lo he hecho en épocas álgidas turísticamente hablando, algo que me ha permitido, dentro de una calma relativa, observar bajo un punto de vista tranquilo y sosegado, sin aglomeraciones y gritos que rompan la quietud casi reverencial de estos parajes, una Mallorca de calma y belleza singular, digna de ser descrita, tanto para mi propio deleite al recordar experiencias vividas, como para intentar transmitir hacia el posible lector, mis particulares puntos de vista.
Cabo Formentor, es el enclave más al norte de la isla Mallorquina. El fanal del faro, se asienta sobre un saliente rocoso en la posición geográfica: 39º57´40,06”N, 3º12'41,81”E. Pero, me estoy precipitando un poco; primero hay que llegar hasta allí por tierra y con ese fin escribiré unos simples apuntes que puedan servir de ayuda al viajero.
Si tomamos como punto de salida de nuestra ruta, la capital de la isla; Palma, habremos de coger la autopista Ma-13 o lo que es lo mismo, la que va hacia Inca, aunque, si hay tiempo, recomiendo usar carreteras secundarias paralelas, las cuales atraviesan los pueblos y eso siempre es fuente de gratas sorpresas. Rebasado Inca, y cuando la autopista ya ha terminado, más o menos a la altura de Crestatx, tomaremos la carretera Ma-2200 hacia Pollensa ó Pollença en mallorquín. Al llegar a ese pueblo, “tiraremos” por la misma carretera hasta la zona del puerto y allí, siguiendo las indicaciones, hacia Formentor. Esta carretera lleva como indicativo Ma-2210, teniendo un desarrollo aproximado de 25 kilómetros, cuando la distancia en línea recta desde ese lugar al faro, no pasa de los 12 kilómetros. Esto nos puede dar una idea de las vueltas y revueltas que el trazado de la misma toma, adaptándose a un terreno muy escarpado, con fuertes subidas y bajadas, cortados verticales sobre la mar y otros muchos inconvenientes, los cuales pueden transformar una experiencia sensitiva maravillosa en un suplicio para conductores poco diestros, amén de otros avatares, como son coches parados en cualquier sitio, personas cruzando sin mirar la carretera, o lo que es más divertido, las cabras invadiendo el asfalto, todo un indicativo de la riqueza biológica de este enclave.
Si ya nos hemos decidido a comenzar el trayecto, la primera parte en subida, hasta una cota de 200 metros, nos va a permitir unas vistas excelentes de la Bahía de Pollensa, Alcudia, su península y bahía, hasta Cap Ferrutx, eso mirando hacia la línea costera. Si nuestra vista se adentra en la costa, son claramente visibles las zonas de marisma de Pollensa y Alcudia, biotopos de alto valor ecológico y afortunadamente protegidos de la invasión inmobiliaria, verdadera lacra en otras zonas de esta isla.
Llegados ya a la cima de la vertiente sur, aparece ante nuestros ojos el mirador de Es Colomer, primera atalaya sobre la abrupta y casi vertical costa norte Mallorquina y lugar de parada obligatoria, algo que no deja de ser un inconveniente por las aglomeraciones de coches y gentes, totalmente despistadas y obnubiladas por el paisaje contemplado. A partir de ahí, la carretera serpentea entre acantilados y riscos, bajando hasta el nivel del mar en una especie de ismo que forma la geomorfología del cabo, apareciendo una zona de pinares.
Un paco más adelante, al llegar al paraje de nombre “Piedra”, la carretera se divide en dos ramas. La que sigue derecha, nos llevará al Hotel Formentor, un paraíso construido allá por el año 1928, cuando una acaudalada familia argentina, los Trocquist, compraron muchos miles de m2 con la finalidad de erigir un hotel de referencia en lujo, calma y belleza, por el cual han pasado multitud de famosos, por supuesto, nada pobres, políticos en reuniones de “trabajo” y todo un rosario de ricos ávidos de un lugar exclusivo, bello y con un clima excelente. Hoy en día la tradición hotelera continua, por supuesto al alcance de muy pocos, pero al menos, esta explotación ecológica y respetuosa del medio, ha permitido la conservación de ese entorno, siendo esto casi una hazaña en los tiempos en los que vivimos. También este establecimiento fue el germen del premio literario “Formentor”, allá por el año 1960, siendo por entonces el mejor dotado económicamente, con un monto de 10.000 dólares de la época
Había dejado la carretera en el cruce del ramal del hotel; así que ahora continuaremos girando a la izquierda. Transitaremos por una zona recta entre pinares, con varias alquerías a ambos lados de la carretera, durante una distancia aproximada de 4 kilómetros. De pronto la carretera sale a la mar y se pone a trepar por el acantilado, por el saliente rocoso de Cap Catalunya, dejando a nuestros pies la idílica “Cala Figuera”. El camino es tan agreste y salvaje, que para construir la carretera, ha sido necesario horadar un túnel paralelo al cabo, llegando así hasta su punta, momento en que la carretera gira hacia el sur y empezamos a bajar, pero ya con el edificio del faro en lontananza, algo que motiva enormemente a continuar. La geología por esta zona es bastante dura, escaseando la vegetación arbórea, pero de gran belleza plástica, pues por un lado podemos contemplar la mar, relativamente brava durante mis visitas en los acantilados de la vertiente norte, con la calma chicha de los sureños, debido a la protección que brinda el cabo.
Y ya por fin llegamos al edificio del faro. Según los derroteros, su linterna está a 260 metros sobre el nivel del mar, siendo esa medida casi vertical en su lado norte y un poco más “dulce” por el sur. Se construyó acarreando los materiales por vía marítima, siendo la misma harto dificultosa, pero muy necesaria, pues un faro, con su señal luminosa codificada; un grupo de cuatro destellos cada 20 segundos, ha sido y es la referencia para la gente de la mar, aunque, hoy, por el dominio de la electrónica sobre el arte de navegar, su misión haya quedado relegada a un segundo plano, más estético que práctico, siendo hoy, santuario protegido de aves en peligro de extinción.
Después de haber hiperventilado los pulmones con el aire fresco de la mar, iniciamos el regreso por la misma carretera por la que llegamos, pero, obviamente, en sentido contrario. Uno puede pensar que aquello va a ser un poco pesado, pero la realidad muestra justamente lo contrario. La ruta, realizada a la inversa, aporta detalles paisajísticos maravillosos, aderezados por un cromatismo luminoso de magnificencia prodigiosa y que hace que lo que antes habíamos visto y disfrutado, ahora nos parezca diferente e incluso más bello. Todo un placer.
Al llegar de vuelta al mirador de Es Colomer, tomé un camino secundario que nos lleva a la cima de la montaña, a una torre defensiva o de vigía, de nombre “Atalaya de Albercuix”. Sobre la cima y a 390 metros de altitud, las vistas son simplemente alucinantes, aunque he de decir que el día de mi visita no había un horizonte lo suficientemente limpio, como para avistar Menorca, pero desde luego para hacerme una idea del entorno, muy buena y empezar a babear con la visión. Realmente, un buen vigía y a simple vista, puede desde este privilegiado observatorio, controlar una extensión visual enorme, algo realmente importante en el pasado, cuando esas aguas fueron nido de piratas, corsarios e incluso base de la Armada Británica, siendo uno de los enclaves geográficos mediterráneos con mayor historia marinera. Las Baleares han sido una encrucijada de rutas náuticas y su dominio, motivo de muchos enfrentamientos bélicos.
Desde este mirador, es posible contemplar el incomparable emplazamiento del hotel Formentor, con su playa de aguas transparentes, la “Cala Pi de la Posada”, dentro todo el complejo de un inmenso pinar, perfectamente acotado por un perímetro protector. Un poco más hacia la punta del cabo, aparte de varias calas más, accesibles desde la mar, una grúa de construcción de color rojo, denotaba trabajos en una nueva edificación, supongo que con los permisos pertinentes, pero desde luego vulnerando la “Ley de Costas”, algo desgraciadamente muy frecuente en el litoral Español. Tampoco he de olvidar el abandono y suciedad en el que están sumidas unas edificaciones militares en la cima de la montaña, nido de desidia y elemento perturbador de una armonía envidiable.
No quiero terminar este relato, sin hacer mención a un pequeño y deslucido monumento en los inicios de la subida a la Atalaya de Alberctx, el cual, tanto por su deficiente diseño, mala colocación y nulo mantenimiento, pasa prácticamente desapercibido, siendo sin embargo bastante aclaratorio en cuanto a las personas que llevaron a cabo esas carreteras anteriormente descritas. Según rezaba en el mismo, fueron republicanos vencidos los que con su esfuerzo las realizaron, tema de índole político y en el que, en mi opinión, que no cuenta nada en absoluto, puede explicar una obra ardua, para llegar a un simple faro. Fuesen quienes fueran, los autores de los trabajos, he de agradecerles su labor, pues gracias a ellos, maravillas naturales tan hermosas como las que encierra este cabo, pueden ser visitadas y disfrutadas por todos los que hasta allí nos acerquemos.
Gaztelupe
http://marbarcosyviajes.blogspot.com/
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