¡Gracias
trabajadores del Plátano de Canarias!
Si, soy un “godo” y si ustedes lo consideran oportuno tras leer este texto, “gediondo y maloliente”, algo que en modo alguno habrá de molestarme, pues el texto que ahora inicio parte de una consideración inmensa hacia Canarias y por ende a sus pobladores y nace de la ilusión producida en cada una de mis visitas a esa tierra. Viven ustedes en un paraíso y como tal, deben de mantenerlo en las mejores condiciones para el disfrute de generaciones futuras y eso, es una gran responsabilidad y también un honor.
Hace unas fechas, tuve la suerte de conocer con cierta profundidad; no tanto como hubiese deseado, el mundo del “Plátano Canario” de la mano de la buena gente de la cooperativa decana en esta actividad agraria en la isla de Tenerife. Desde luego, mucho he aprendido y mucho más me queda por aprender, pues esa actividad, otrora verdadera locomotora de la vida insular, da para mucho, siendo solo posible comprenderla en profundidad viviendo su día a día por un periodo de tiempo más extenso y comprometiéndome en su trabajo diario desde un punto de vista laboral activo.
Escribir de los muchos males que atosigan a este importante sector; unión heterogénea de elementos inmiscibles por azares de un destino común, no es para nada mi intención, pues lo que yo haya podido ver y sentir, no dejan de ser unos problemas bien sabidos. Doctores tienen en el sector, mucho más sabios y doctos que el que suscribe, siendo “su problema” encontrar soluciones ante los muchos y complicados retos para la supervivencia de este fundamental sector para la economía de ese archipiélago.
Sin embargo y para variar en este mundo tan proclive a criticar lo mucho y malo que los humanos estamos haciendo en esta sociedad agonizante, me apetece ver la vida por el lado positivo de las cosas y ensalzar a todas esas personas que luchan de forma denodada en la preservación de un modo de vida; el cultivo del plátano, el cual, aunque muy trabajoso y duro es la savia que sigue moviendo parte de la economía de esas islas y por tanto colaborando a hacer más asumible la dureza de la crisis en la que estamos inmersos. Son “personas”, absolutamente comprometidas con un modo de vida, tremendamente duro y exigente, tanto en el plano físico, pues el cultivo como, el empaquetado del plátano es un trabajo nada laxo, como en el intelectual, pues las mentes que controlan esas cooperativas han de estar constantemente “enchufadas” a la realidad cotidiana de sus asociados. Todos ellos aportan un gran valor añadido a este cultivo y están luchando de forma denodada por la supervivencia de un sector, el cual no sólo aporta riqueza a Canarias, sino que es uno de sus símbolos identificativos y la plasmación material de una ilusión colectiva que ha llevado, lleva y ha de llevar a Canarias al mundo entero.
Reconocer de forma pública y expresa ese trabajo hecho con ilusión, esfuerzo y hasta horas de sueño y ocio no disfrutado, creo que es una obligación y un deber para el observador ajeno a ese trabajo, intentando mediante estas líneas transmitir aliento e ilusión a unas gentes, identificadas como pocas con la tierra en la que pisan y que luchan por el progreso de una tierra; Canarias, sin renunciar a sus señas de identidad, pero con la vista puesta en un futuro complicado, pero no tan aciago como muchos agoreros predicen. Colaborar a mantener y elevar la moral de toda esa gente genuinamente imbricada en una bella y a su vez fundamental labor, ha de ser el objeto de este escrito, siendo a su vez mi forma de reconocer y alentar a unos profesionales; quizás no excesivamente reconocidos por una sociedad ahogada en un mercantilismo puro, pero absolutamente necesitada de esas buenas gentes, personas que con su esfuerzo siguen consiguiendo que Canarias esté en la boca de miles de personas que cada día degustamos el fruto de su denodado esfuerzo; el “Plátano Canario”. ¡Gracias a todos ustedes!
Reconocer de forma pública y expresa ese trabajo hecho con ilusión, esfuerzo y hasta horas de sueño y ocio no disfrutado, creo que es una obligación y un deber para el observador ajeno a ese trabajo, intentando mediante estas líneas transmitir aliento e ilusión a unas gentes, identificadas como pocas con la tierra en la que pisan y que luchan por el progreso de una tierra; Canarias, sin renunciar a sus señas de identidad, pero con la vista puesta en un futuro complicado, pero no tan aciago como muchos agoreros predicen. Colaborar a mantener y elevar la moral de toda esa gente genuinamente imbricada en una bella y a su vez fundamental labor, ha de ser el objeto de este escrito, siendo a su vez mi forma de reconocer y alentar a unos profesionales; quizás no excesivamente reconocidos por una sociedad ahogada en un mercantilismo puro, pero absolutamente necesitada de esas buenas gentes, personas que con su esfuerzo siguen consiguiendo que Canarias esté en la boca de miles de personas que cada día degustamos el fruto de su denodado esfuerzo; el “Plátano Canario”. ¡Gracias a todos ustedes!
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